El respeto y admiración que inspira en todo aquel que ingresa a la Catedral de Mazatlán no sólo se debe a su naturaleza religiosa, por su historia y arquitectura se le considera una de las edificaciones más bellas y representativas del puerto.
La Catedral Basílica Inmaculada de la Concepción es sede de la Diócesis de Mazatlán y se encuentra en el corazón del centro del puerto, entre las calles Benito Juárez, Guillermo Nelson, 21 de marzo y José María Canizales.
La edificación está rodeada por un atrio, en donde pueden admirarse tres monumentos; dos de ellos representan a Cristo Rey y el tercero reproduce la escena de la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Su construcción inició en 1875 por el Obispo Pedro Loza y las obras finalizaron en 1899 por el párroco Miguel Lacarra. Desde entonces ha formado parte de la vida de los mazatlecos y sus campanadas marcan el ritmo del centro histórico. En 1937 se consagró a la Virgen María de la Inmaculada Concepción, de ahí su nombre.
Su ecléctica arquitectura provoca que al describirla se le adjudiquen varios estilos: neoclásico, morisco, barroco y gótico. Su característico color amarillo se debe a los azulejos que recubren la cúpula exterior y ambas torres; las cuales a pesar de la altura de los nuevos edificios todavía atraen las miradas en las vistas panorámicas del centro mazatleco.
Un peculiar pórtico con tres arcos aristados dan la bienvenida a sus visitantes, que al ingresar quedan bajo las tres naves que conforman el techo en una mezcla de arquitectura gótica, barroca y neoclásica.
La Catedral cuenta con un altar principal y cuatro laterales. El altar principal, de estilo gótico, muestra una representación en relieve de la Última Cena. En la parte posterior se encuentra una escultura de la Inmaculada Concepción bajo una cúpula de mármol y un mural dedicado a la Santísima Trinidad, entre otras obras de arte que complementan el altar.
El órgano
De entre los hermosos detalles arquitectónicos y obras artísticas que la Catedral resguarda en su interior, el órgano tubular es uno de los más especiales.
Es creación de Arístides Cavaillie – Coll, considerado el mejor constructor de órganos del S.XIX y se atribuye al año 1899 como la fecha en que se tocó por primera vez en Catedral.
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